No es broma. George Harrison como Gandalf, Paul McCartney interpretando a Frodo, Ringo Starr a Sam y John Lennon como Gollum. Y Kubrick dirigiendo. ¿Por qué no ocurrió? Al parecer, el culpable fue del propio  J.R.R. Tolkien, autor de la obra. En cualquier caso, ¿nos hubiera gustado este invento friki de los años 60?

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Una cadena de librerías británicas organizó una macroencuesta a finales de los años noventa para determinar cuál había sido la mejor pieza narrativa publicada en el siglo que ya agonizaba. La novela fantástica de J. R. R. Tolkien se hizo con el galardón, convertida en lectura de culto muchas décadas antes de que la trilogía que llevó Peter Jackson al cine arrasara en las taquillas de todo el mundo.

Bien entrada la década de los sesenta, los Beatles eran ya el grupo musical más popular de la historia, pero todavía había quien se atrevía a llevarles la contraria. Uno de esas «personas «insolentes» fue el escritor británico J. R. R. Tolkien, quien truncó el sueño de John Lennon de llevar El Señor de los Anillos a la gran pantalla. El mismo Peter Jackson reveló que Lennon había sido el principal impulsor, a través de un estudio cinematográfico, de la original ocurrencia de convertir la novela de Tolkien en una película protagonizada por el cuarteto de Liverpool. Tenían hasta los roles asignados: George Harrison habría interpretado a Gandalf; Paul McCartney, a Frodo; Ringo habría hecho de Sam, y el propio Lennon se habría quedado el papel de Gollum.

“Paul McCartney fue muy amable. Me dijo ‘estuvo bien que no hiciéramos nuestra adaptación porque entonces no habrías hecho tú la tuya, y ha sido genial poder ver la tuya’. Le dije: ‘lo que me apena son las canciones; habríais creado unas melodías fantásticas para esto: al fin y al cabo érais los Beatles. Es una pena que nos lo hayamos perdido’”.

Peter Jackson, director de cine

El proyecto, propuesto oficialmente en 1969, fue rechazado por Tolkien por activa y por pasiva, y eso que habría sido dirigido nada menos que por Stanley Kubrick. Un par de años antes de aquello, John Lennon ya se había acercado al afamado director para que dirigiera su película y el proyecto comenzó a tomar forma. El escritor de origen sudafricano no había vendido aún los derechos de la obra y la idea de que los Beatles adaptaran a sus personajes le horrorizó.

Además de ser muy quisquilloso con la representación de su reino mítico, Tolkien sentía una aversión personal por los Beatles y su género musical. Según una carta que dejó escrita en 1964, Tolkien se quejaba de una banda que tocaba en garaje cercano a su viviendo que intentaba ser los próximos «Beatles» y de su «radio, tele, perros, scooters, bicicletas y coches haciendo ruido desde primera hora de la mañana hasta cerca de las dos de la madrugada». Literalmente, añadió: «los días en los que les toca ensayar, el ruido es indescriptible».

Desde luego, la impresión de aquella banda no ayudó a la causa de los Beatles, que incluso querían ser también los encargados de la banda sonora de la película. No hubo nada que hacer por mucho dinero que hubiera de por medio.

Precisamente por dinero, pero por su carencia, se canceló otro proyecto posterior de adaptación que iba a acometer United Artists. En el guion, desaparecían numerosos personajes y tramas, había una escena de sexo entre Frodo y Galadriel y Arwen era una niña de trece años. Por alguna extraña razón, pareciera que hubo un tiempo en que todos se conjuraron para destrozar el material original.

Para los fans de la adaptación de Jackson, probablemente sea imposible imaginar otra manera de conocer el universo Tolkien en la gran pantalla, pero siempre nos quedará la duda de si la combinación de la psicodelia de los Beatles de esa época y la épica de la Tierra Media hubiera sido un acierto. Y John Lennon como Gollum, sobre todo eso. Como placebo nostálgico, algunas diseñadores aventuraron posibles pósters del film en un concurso online de hace algunos años.

Los Beatles son protagonistas de uno de los capítulos de Aislados, un libro que propone un viaje por 30 historias conectadas por la insularidad, la naturaleza, la alegría de vivir, los colores, la cultura, el arte y, sobre todo, las personas. Un caleidoscopio en el que conviven verdad y ficción con las islas Canarias como escenario excepcional.